Eran las tres de la madrugada y las calles se encontraban desiertas. Verla de aquella forma, sin transeúntes, sin vida, con la única compañía de la tenue luz amarilla de las farolas provocaba un sentimiento de soledad y tristeza difícil de quitar. –Pero para eso están los superhéroes, se dijo a sí mismo Gabriel, en un intento de deshacerse de aquellos sentimientos que le estaban atenazando desde hacía ya varias horas. Esa noche había decidido salir a patrullar, a gritar su silencio, como a él le gustaba llamar a aquellas interminables rondas de madrugada. Cierto es que muy pocas veces ocurría algo que mereciera la pena enfundarse el traje de superhéroe, pero aquello también formaba parte de su vida. Es la otra cara que no cuentan en los cómics o en las películas.
Iba bien abrigado, pantalones tejanos negros, camisa lisa blanca y una cazadora tipo bomber a la que había transformado en capa móvil. Un ingenioso sistema oculto en su parte trasera hacía bajar una tela de licra fuerte del mismo color que la cazadora intentando simular una capa. No la usaba siempre, solo cuando la ocasión lo requería. La verdad es que iba a cara descubierta, y aquel gesto le proporcionaba la sensación de formar parte de la familia de los superhéroes, aunque sabía que aquello no era de ningún modo posible. Sus adorados héroes, como Superman, Spiderman, Batman y tantos otros no eran más que ficción, poderes de papel mojado que ilusionaban a todo el mundo. Pero él no era de ficción. Era real, de carne y hueso, con un poder que le había costado mucho controlarlo.
Un gato maulló en la lejanía, seguido del ladrido de un perro. Gabriel se paró en seco, observando cada detalle de la calle, edificios, esquinas, callejones. Había aprendido a reconocer los ruidos de la noche. Decían mucho si uno se paraba a escucharlos. Cerró los ojos un instante, le ayudaba a agudizar el oído, y algo captó sus sentidos dejándole una sensación extraña recorriéndole todo el cuerpo. Pronto buscó un lugar seguro donde resguardarse y no ser visto. Cerró los ojos, y en su mente apareció la calle desierta, las farolas y su tenue luz amarilla, los edificios y los coches aparcados en fila.
Ya estaba ubicado.
Gabriel avanzó despacio por la carretera. Aquella era una posición privilegiada donde podía observar todo con mucho más detalle. Pasó cerca de una tienda de fundas de móviles que tenía las luces encendidas, y eso le hizo perder ligeramente la concentración. Ese era su punto débil: las luces muy intensas le provocaban la pérdida de concentración y temporalmente de sus poderes. Afortunadamente aquellas luces no era lo suficientemente potentes. Pronto llegó hasta el final de la calle y no encontró a nadie ni nada fuera de lo normal. Todo estaba en calma.
Pero aquello no duraría mucho.
El ruido de unos cristales rompiéndose le alarmó. Vio una figura moverse en la lejanía, casi como una sombra chinesca, cerca de donde procedía el ruido. No era de ningún escaparate, pues todos estaban enteros: más bien parecía que algún objeto de cristal había sido arrojado al pavimento con gran fuerza y habría estallado en mil pedazos. Rápidamente echó un vistazo a su alrededor. De nuevo aquella sombra se movía de un lado a otro de la calle, pero tan rápido que no podía apenas distinguirse de la negruz de la noche. Y de cuando en cuando se escuchaban unos chasquidos, y el sonido de alguien corriendo. Gabriel agudizó la vista, pero sin resultado. De pronto, una voz cavernosa, profunda, que le martilleaba las sienes resonó por todo el lugar.
-Te puedo ver. – dijo aquella voz de forma enérgica. –Puedo verte incluso con tu velo transparente. No puedes escapar de mí, pues el círculo se está cerrando, y tu tiempo se acaba. Pero aún queda…esto es solo el comienzo.
Mientras aquella sombra hablaba Gabriel intentaba ubicarle sin ningún resultado. Quiso respoder, y de hecho tenía una frase ya preparada, pero él se adelantó.
- Has controlado tu poder, ¡bien!, pero aún no tienes ni idea de todo lo que puedes llegar a conseguir. Tiempo llegará que lo descubras, y entonces estarás preparado para enfrentarte a mí. Aunque ya sepa el desenlace, tengo ganas que llegue el momento. Hasta entonces, adiós. JAJAJAJAJAJA
Lo último que pudo escuchar fue su risa estruendosa mientras poco a poco se iba alejando de su percepción auditiva.
Se despertó de golpe. Aún le dolían los ojos, y no pudo volver a ver con normalidad hasta pasados unos cuantos minutos. Se quedó allí, agazapado, pensando en quién era aquella sombra que le había descubierto sin ningún problema. Nunca le había ocurrido nada semejante, y le vinieron a la memoria aquellos momentos en los que los superhéroes de ficción se encuentran por primera vez con sus más temibles enemigos. Y tuvo miedo. Y por vez primera se sintió como un verdadero superhéroe.